lunes, 21 de junio de 2010

¿Qué tanto es tantito?, por Carlos Ramírez

La historia de los metales que ahora nos preocupan es una historia muuuy aburrida.

Como el genio de la botella, se la pasaron millones de años sentaditos, comprimidos en la corteza terrestre esperando que algo pasara, y nada pasó sino hasta que llegaron los científicos del siglo XIX y los descubrieron y los pusieron a trabajar en diferentes usos industriales: en la cerámica y la industria textil para dar colores.

A partir de ahí las cosas se pusieron un poco más movidas pues los médicos se percataron que estos metales tenían miles de formas de interactuar con el organismo y la mayor parte de ellas nocivas. Estos metales: el Cadmio, el Vanadio, el Mercurio el Cobre, el Plomo, el Estaño han llenado libros y libros de síntomas que van desde una simple tos y un dolor de cabeza hasta múltiples caminos que llevan a la tumba… paros cardiacos, cáncer, fallos renales y hepáticos. Pero si no matan embrutecen.

El plomo es famoso por provocar problemas mentales, de hecho se cree que puede ser uno de los causales de la caída del imperio romano pues su tubería estaba hecha de plomo, de ahí la enfermedad llamada saturnismo, que incluye alucinaciones, agresividad, esquizofrenia y otras patologías mentales. –A poco creen que los emperadores romanos estaban tan loquitos así nomás por nomás…

Hoy en día tenemos una sopa química que nos rodea y que tiene poca regulación… Las baterías conteniendo Cadmio por ejemplo, son tiradas a las procesadoras de basura donde poco después entran a las cadenas alimenticias a través de mantos freáticos, fertilizantes, productos del mar. Lo más interesante es que los metales pesados se van concentrando más y más conforme suben en la cadena alimenticia. Así, lo que eran concentraciones indetectables de mercurio en el mar se van concentrando en los tejidos de los atunes hasta que llegan a tener saturaciones considerables que no hacen recomendable el consumo diario de este pescado pues se rebasarían los niveles señalados como máximos.

Póngase pues a pensar muy bien donde va a tirar el celular que no quiere pues todo lo que se manda a la basura termina, tarde que temprano, sirviéndose en la mesa.

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