lunes, 12 de julio de 2010

La ciudad que queremos, de Miguel Valencia

La urbanización moderna mata a la ciudad y a la Naturaleza; sus exigencias técnicas, administrativas y políticas, siempre en beneficio de la industria y del gran capital, crean uniformidad urbana, dislocación del espacio y del tiempo, destrucción social y ambiental, fealdad, y sobre todo, aniquilación de las antiguas comunidades territoriales. Sin comunidades urbanas no hay ciudad, ni vivienda digna, ni bienestar, ni seguridad, ni democracia, ni sustentabilidad.

De allí la importancia de los antiguos barrios y colonias, de la zonas urbanas centrales, de los antiguos pueblos atrapados por la urbanización, de las viejas edificaciones que subsisten en la ciudad y que tanto ayudan a dar identidad a sus comunidades. Las viejas comunidades urbanas, así como las viejas edificaciones, merecen una protección especial: exigen un profundo respeto a sus moradores y a sus edificaciones.

La construcción de nuevas edificaciones en las ciudades mexicanas ha sido en su mayor parte catastrófica, a consecuencia de los criterios industrialistas, desarrollistas, incrustados en las leyes, programas y normatividades del desarrollo urbano que permiten a las industrias emitir ruido, humos, olores, vapores, hacer descargas de aguas pestilentes, producir basura en grandes cantidades y ocupar grandes superficies y alturas en el seno de barrios o colonias.

Las proporciones se han perdido hace muchos años en los aberrantes "programas de desarrollo urbano" o "de ordenamiento territorial ". Las unidades habitacionales, al igual que las edificaciones del comercio y los servicios, no sólo han reducido al mínimo la autonomía de los barrios y las colonias, han rebajado a niveles precarios las relaciones sociales y la calidad ambiental de las ciudades. Cada año están más lejos las viviendas de los empleos y aumentan significativamente los costos y las agresiones ambientales para los ciudadanos.

Los conceptos de crecimiento económico, de desarrollo o de progreso, inclusive aquellos que cubren las exigencias de "desarrollo sustentable", entrañan la destrucción de las comunidades, el colapso cultural, el desfondamiento de la persona humana y la depredación rápida del territorio Estamos ante el fracaso de la ciencia y la tecnología moderna en los asuntos de la ciudad; ante el fracaso de la ideología del crecimiento económico y del "desarrollo sustentable" aplicados al "desarrollo urbano".

Para frenar este desastre urbano y reconocer la gran amenaza que representan el calentamiento global y el fin del petróleo barato, es imprescindible cambiar radicalmente nuestra visión de la ciudad que queremos; es preciso cambiar a fondo la idea que tenemos de la vivienda y la ciudad. Es imperativo reconocer que se necesitan revalorizar: los dones de la Naturaleza, la convivencia humana, los pueblos, barrios y colonias antiguas y las enseñanzas del pasado; es preciso reconceptualizar la ciudad, el barrio, la colonia y el espacio público. Empezamos a crear una nueva visión de la ciudad, un cambio en el imaginario colectivo: Una ciudad en Descrecimiento

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