La urbanización moderna mata a la ciudad y a
De allí la importancia de los antiguos barrios y colonias, de la zonas urbanas centrales, de los antiguos pueblos atrapados por la urbanización, de las viejas edificaciones que subsisten en la ciudad y que tanto ayudan a dar identidad a sus comunidades. Las viejas comunidades urbanas, así como las viejas edificaciones, merecen una protección especial: exigen un profundo respeto a sus moradores y a sus edificaciones.
La construcción de nuevas edificaciones en las ciudades mexicanas ha sido en su mayor parte catastrófica, a consecuencia de los criterios industrialistas, desarrollistas, incrustados en las leyes, programas y normatividades del desarrollo urbano que permiten a las industrias emitir ruido, humos, olores, vapores, hacer descargas de aguas pestilentes, producir basura en grandes cantidades y ocupar grandes superficies y alturas en el seno de barrios o colonias.
Las proporciones se han perdido hace muchos años en los aberrantes "programas de desarrollo urbano" o "de ordenamiento territorial ". Las unidades habitacionales, al igual que las edificaciones del comercio y los servicios, no sólo han reducido al mínimo la autonomía de los barrios y las colonias, han rebajado a niveles precarios las relaciones sociales y la calidad ambiental de las ciudades. Cada año están más lejos las viviendas de los empleos y aumentan significativamente los costos y las agresiones ambientales para los ciudadanos.
Los conceptos de crecimiento económico, de desarrollo o de progreso, inclusive aquellos que cubren las exigencias de "desarrollo sustentable", entrañan la destrucción de las comunidades, el colapso cultural, el desfondamiento de la persona humana y la depredación rápida del territorio Estamos ante el fracaso de la ciencia y la tecnología moderna en los asuntos de la ciudad; ante el fracaso de la ideología del crecimiento económico y del "desarrollo sustentable" aplicados al "desarrollo urbano".
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