martes, 15 de marzo de 2011

El mundo árabe despierta a la modernidad.

Africa y el medio oriente viven en la memoria de una larga historia de guerras, coloniaje, intervenciones militares europeas, esclavitud y déspotas, unos ilustrados, otros no, pero todos con el tema común de encumbramiento a través de cruentas luchas internas.

Un paisaje severo, de desiertos extensos y temperaturas extremas, de una religión que no ha sufrido cambios desde su fundación. De culturas que han vivido el sórdido vasallaje bajo el hierro de los imperios, cuya percepción del tiempo pone en el mismo lugar de importancia histórica la destrucción del imperio persa a manos de Alejandro Magno, la invasión soviética a Afganistán, la marcha británica sobre India, el bombardeo israelí a Libano.

Agréguese a esta densa historia la conectividad instantánea de los modernos medios de comunicación, el acceso ilimitado a un torrente de imágenes de occidente, la riqueza fabulosa que ni Aladino soñó, emanando de los pozos petroleros que ha transformado el paisaje, llenando los desiertos de rascacielos tan imponentes como vacíos, explosión demográfica, militarismo rampante y la constante intervención norteamericana...

Así llegamos a este momento del siglo XXI: sociedades que con el poderoso complemento de la desigualdad y el hambre entran por la puerta grande de la movilización de masas al cambio de régimen. Con el detonante de los innumerables mártires que genera la represión, a cada muerto mayor impulso hacia la convulsión que trastoca las viejas pirámides de poder.

Casi en primer plano, las grandes potencias europeas y Estados Unidos prescribiendo panegíricos de libre comercio y privatización cuando si algo queda claro en los últimos 30 años es que quien privatiza se desestabiliza...

Obvia y a sus propios ojos, entonces resulta la aparición en el horizonte de los portaviones cargando la frase bushiana que ha adoptado como lema universal Estados Unidos frente a cualquier foco rojo: "todas las opciones están sobre la mesa" que en la era nuclear siempre debe de imponer miedo y respeto.

Sin embargo ahora las cosas se mueven a pesar de la amenaza del gran garrote y los laberintos conspiracionistas. El hambre y la desigualdad generan siempre cambios impredecibles pero dramáticos.

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