El
futuro es, afortunadamente, incierto, para bien y para mal. Nos da comezón,
curiosidad, miedo, angustia, deseos, ya no nos da prisa, nos afanamos en
descifrarlo, pero más en vivirlo que en vislumbrarlo, queremos influir en él,
pero también que nos sorprenda.
Que
hay efervescencia, que nuestro país está al borde del abismo o a punto de
despegar con rumbo a las estrellas, que se abre la puerta al cambio o se cierra
para siempre, que mañana está hecho de lo que hagamos hoy o de lo que no
queramos hacer es, me temo, como ha ocurrido siempre un gran espejismo.
Pero
en un juego hay que jugar, hay que arriesgar, hay que decir “paso, toma todo,
pon uno, pon dos, todos ganan, todos pierden, pero no dejes de girar la
perinola” (sin albur).
¡Ha
soñar que el mundo se va a acabar! O ¡Ha
acabar que el mundo se puso a soñar! cualquier niño firmaría las dos cosas
¿Cómo saber cuándo algo es demasiado o tal vez muy poco, cuándo nos desbordamos
cuando deberíamos contenernos, cuándo contenernos cuando deberíamos
desbordarnos?
Hay
muchos dinosaurios que pacientes aguardan nuestro despertar, pero no intuyen
que la extinción no los perdonará, la historia no tiene piedad con los dinosaurios,
ni con nadie, aunque no se les pise la cola.
Les
invito a seguir vivos, indignados, sumergidos, revolcados, a penas a flote,
pero vivos. Y qué mejor forma de
celebrar las olas que rompen sobre nosotros que ir por detrás de ellas donde la
playa parece inofensiva, no hay mejor forma de romper las piedras que descubrir
que son porosas, que no están juntas, que no son sólidas, que son pura
apariencia pétrea que se burla de nuestros sentidos, que se regocija escondida en cosas que
parecen ser y son otra cosa.
¡Viva
el 2 de julio por la mañana! para saber que es posible lo imposible porque lo
posible no me lo van a creer: no es posible
Carlos
Barba
No hay comentarios:
Publicar un comentario