viernes, 22 de marzo de 2013

Ixtlahuacán de los Membrillos, Jalisco.


Todos los municipios tienen en teoría un ordenamiento de uso del suelo. Se asigna un lugar para la vivienda, otro distinto para la industria y las actividades productivas, otra como reserva ecológica y áreas de esparcimiento, igualmente centros administrativos y de comercio y finalmente se asigna un lugar para depositar la basura, los desechos tóxicos, las aguas grises y negras.

Pero ¿qué sucede cuando en un municipio a alguien se le olvida convenientemente hacer la distinción entre todas estas áreas? ¿O qué propicia que estas zonas se encuentren entremezcladas en vez de separarlas?  

Lo que sigue es una pesadilla en donde los habitantes se intoxican con los desechos de las fábricas, las fábricas se enfrascan en largos procesos judiciales para defender su derecho a existir contra la protesta de los vecinos. Donde los rellenos sanitarios se convierten  en los pozos que se tragan casas enteras en donde los niños crecen (si pueden) expuestos a contaminantes que los dañarán severamente... en suma, lo que tendremos es un municipio lleno de habitantes infelices, procesos productivos ineficientes, una trampa de subdesarrollo eterno: Atentar contra un ordenamiento racional del territorio equivale entonces a ir decretando en el caos de un territorio contaminado la lenta muerte del municipio por envenenamiento.

El caso de Ixtlahuacán es especialmente grave pues hablamos de la contaminación del aire. Con aire contaminado todos los demás parámetros se desploman en cascada comenzando por el de la salud. Una agresión cotidiana al aire es una agresión cotidiana a la salud de sus habitantes. Sin aire limpio que respirar nos enfrascamos en escenarios de pesadilla.

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