Una sociedad sana come bien, tiene seguridad laboral, está
educada.
Una sociedad enferma, come mal, no tiene seguridad laboral y está mal educada.
Por lo tanto, los servicios de salud van a estar estructurados para paliar las manifestaciones patológicas que este cuadro social genera. Solo pueden paliar en vez de curar porque los estos elementos básicos de la salud social rebasan la frontera de lo que los servicios pueden ofrecer.
Una sociedad enferma, come mal, no tiene seguridad laboral y está mal educada.
Por lo tanto, los servicios de salud van a estar estructurados para paliar las manifestaciones patológicas que este cuadro social genera. Solo pueden paliar en vez de curar porque los estos elementos básicos de la salud social rebasan la frontera de lo que los servicios pueden ofrecer.
El gobierno mexicano, apoyado en un discurso de modernización del
Estado, ha implementando reformas al sistema de salud desde hace tres
décadas, y desde el 2003 ha acelerado el
paso reformando la Ley General de Salud, que intenta crear un sistema integrado de
salud, dándole prioridad al tema de la seguridad social.
El sistema de salud mexicano se distingue por su fragmentación e
inequidad.
Esta situación no ha cambiado mucho después de esta reforma. Por el contrario, todo indica que se ha agregado un nuevo escalón de desigualdad a la pirámide:
· En la cúspide se encuentra el uno por ciento de la población con acceso a seguros privados.
· Abajo se encuentra la población derechohabiente de los seguros ligados al empleo formal, los cuales ascienden a poco más de un tercio de la población.
· Después se ubica el Seguro Popular con un 20%.
· Más abajo el Seguro Popular-Oportunidades con el 10%
· Y en el sótano la población con carencias de acceso a la salud, que en la mayoría de los casos se trata de población indígena se encuentra el tercio restante de la población.
Esta situación no ha cambiado mucho después de esta reforma. Por el contrario, todo indica que se ha agregado un nuevo escalón de desigualdad a la pirámide:
· En la cúspide se encuentra el uno por ciento de la población con acceso a seguros privados.
· Abajo se encuentra la población derechohabiente de los seguros ligados al empleo formal, los cuales ascienden a poco más de un tercio de la población.
· Después se ubica el Seguro Popular con un 20%.
· Más abajo el Seguro Popular-Oportunidades con el 10%
· Y en el sótano la población con carencias de acceso a la salud, que en la mayoría de los casos se trata de población indígena se encuentra el tercio restante de la población.
Por si esto no fuera suficiente, también se presenta una
estratificación en cuanto a los derechos implicados: Si en los dos pisos
superiores de la pirámide se presenta una cobertura de tercer nivel con
clínicas especializadas, en el seguro popular se ofrecen servicios de segundo
nivel en hospitales generales y en los dos últimos estratos los beneficiarios
sólo tienen acceso a un paquete mínimo de servicios básicos en unidades
ambulatorias o en muchos casos la cobertura es incierta.
Si bien es cierto que el seguro popular intenta representar un avance al mejorar la
escala y equidad del financiamiento en salud para la población no asegurada, se
puede afirmar que no contribuye a realizar la aspiración universalista de
desarrollar un sistema integral de acceso universal.
Este sistema es incapaz de ofrecer derechos de la misma calidad
para todos los ciudadanos. Por el contrario, perpetúa la desigualdad
jerárquica y la inequidad como sus características y
prevalecen las desigualdades regionales.
Con información del documento “La reforma del Sistema de Salud
Méxicano; eludiendo la universalización del derecho a la salud” de Carlos Barba
Solano.
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